Espacios. Espacios. Vol. 30 (1) 2009. Pág. 21
Renato Dagnino
De ser así, la inclusión social no puede ser encarada como una mera consecuencia de la RSE. Ella depende de la adopción de una nueva manera de producir conocimiento, bien sea para las políticas sociales o para las empresas que quieren encajarse en su promoción.
Hablo de las políticas sociales porque éstas hoy, en América Latina, lo que intentan hacer es “secar hielo”. Si se hiciera una fila de excluidos en los años 60 ó 70, y se les diera a cada uno platita, ellos irían a comprar algo. El dueño de la tienda encomendaría ese algo a un proveedor, y al final de la cadena que empieza con un programa compensatorio de distribución de la renta, pasando al consumo y la producción, se generaría un empleo.
Podríamos pensar que el primer excluido de la fila sería el primer a ser empleado; luego vendría el segundo, y así sucesivamente, hasta agotar la fila. Esa receta keynesiana en las cuales se basaban las políticas sociales ya no funciona.
Estamos en una economía que crece sin generar empleo. Y eso no sólo en Latinoamérica, sino que en el mundo entero. Casi el 60% de nuestra población económicamente activa se encuentra fuera del mercado formal de trabajo: son personas que no ganan un salario, que no trabajan para empresas y que probablemente, aunque exista crecimiento económico, ya no tendrán un puesto de trabajo formal.
Esas personas necesitan de una tecnología distinta de la convencional para poder generar sus propias oportunidades de trabajo e ingreso.
Sin embargo, nuestra política social no se enfoca en el tema de la tecnología, porque todavía actúa como si la misma tecnología de las empresas pudiese generar oportunidades de trabajo e ingreso y servir para la inclusión social. Es absolutamente dominante entre os hacedores de las políticas sociales las visiones Instrumentalista o Determinista.
Lo que no es menos verdad para el caso de la Política de CyT. Lo que significa que aun cuando exista la intención de encauzarla para atender a la inclusión social, las acciones se limiten a, adoptando la consigna de “colocar el conocimiento disponible a servicio del desarrollo social”. Esa consigna es frecuentemente levantada por la comunidad de investigación. Y puede ser considerada como una mezcla de la visión Instrumentalista en el campo más abstracto de las visiones y de una postura filantrópica en el campo ético-moral. Sin embargo, queda claro su objetivo de, por esa vía, seguir obteniendo los recursos que necesita para seguir explorando la agenda de investigación que elabora.
Creo que la mayoría de los miembros de esa comunidad tienen el corazón rojo. Pero de manera fraternal les digo: muchos tienen todavía la mente gris.
Como he señalado, los que tienen el corazón rojo muchas veces tienen la mente gris porque el conocimiento que aprendieron, utilizan y difunden es excluyente; no sirve para promover la inclusión social. Nuestros científicos e ingenieros no tienen en su “planilla de cálculo” las variables, parámetros, algoritmos, modelos necesarios para concebir tecnologías distintas de la convencional. Nunca les han enseñado nada sobre eso. Pero para hacer Adecuación Sociotécnica es necesario también saber mucho de espadas de capitán garfio y de escobas de bruja. No es fácil desarrollar Tecnología Social: eso nunca se ha hecho antes!
¿Pero como hacer que la mente se enrojezca? ¿Cómo hacer para que la sangre suba del corazón a la mente? ¿Cómo hacer para que nuestros científicos e ingenieros de den cuenta de lo que estamos hablando y vayan cambiando su forma de entender y diseñar la CyT (porque aunque se quisiera será imposible obligarlos a eso!)?
No sé contestar esas preguntas, pero sé que nuestro corazón se “engrisa” cada vez que vemos un niño pidiendo limosna en los semáforos de nuestras ciudades; y ellos son cada vez más.
Para ir concluyendo veamos una comparación que ilustra la importancia de contar con una tecnología que sea adecuada para la solución de los problemas sociales y ambientales. Y como esa preocupación no puede estar ausente de las discusiones sobre la RSE.
Estados Unidos y Brasil tienen una renta per cápita de, respectivamente, $30.000 y $3.000 dólares aproximadamente. Por supuesto, en Estados Unidos es una curva gaussiana y Brasil una muy asimétrica. Todos los años ocurre en el mercado, que las clases ricas de los países ricos cambian su computadora personal que vale $3.000 dólares; lo que gana un brasileño promedio durante todo el año. ¿Es clara la referencia?
El ícono de la nueva tecnología es la computadora personal, y colma rápidamente la utilidad norteamericana, pero no llega a nuestras poblaciones.
En el mercado está presente el casamiento del hambre y de las ganas de comer, del obsoletismo planificado por las empresas y del consumismo exacerbado de las sociedades desarrolladas. Esas empresas hacen productos en “alta” tecnología, como si hubiera una baja. Por supuesto, todo es ideología, pero la demanda los obliga a acabar la frontera del conocimiento y a inaugurar una dinámica innovadora convencional.
Y recordemos que el 50% de la investigación hecha en el mundo está concentrada en las empresas trasnacionales.
Ahora bien, ¿qué pasa con nosotros, los países latinoamericanos como el Brasil?
Nuestras poblaciones tienen necesidades pero no demandas; demanda es necesidad con poder de compra. Si suponemos que todas las propuestas hechas aquí se van a dar de forma positiva, que vamos a tener una distribución de renta y de ingreso en nuestros países; esas personas necesitadas van a demandar casa, comida, educación, carreteras, comunicaciones, salud y diversión, y no lo pedirán en suaves prestaciones mensuales o anuales.
El problema es que esas demandas materiales no pueden ser satisfechas con las tecnologías y la ciencia que tenemos, no son aptas para eso. El 50% de las casas brasileñas no tiene agua potable. Pensamos en resolver ese problema como lo hacían los romanos y vamos a construir las casas como hacían los babilonios. Esas necesidades básicas se resolvieron en los países avanzados en el siglo XIX, con la tecnología del siglo XIX.
Luego, el mercado de esos países para este tipo de demanda no ha crecido, por lo tanto, esas tecnologías en la mayoría de los casos se han mantenido estancadas. Ahora bien, si no se genera un esfuerzo para crear una dinámica alternativa de exploración de la frontera del conocimiento, ¿cómo será el mundo? Hago énfasis en la dificultad para hacer uso constante las tecnologías existentes. No me refiero a tecnología apropiada, sino a un nuevo enfoque que muchas veces nos obliga a explorar la frontera del conocimiento de otra forma y que se denomina “ciencia de frontera”. De no hacerlo, si el patrón de consumo y tecnológico simbolizado en esos gadgets llega a nuestras poblaciones, tendremos una bomba.
Por tal razón, es necesario lograr la difusión de ese patrón en nuestros países. Mi intención es aumentar la “esquizofrenia” e internalizar el conflicto entre el corazón rojo y la mente gris. Es decir que es necesario cooperación, solidaridad y Tecnología Social, para llegar a la inclusión social.
Al final, ¿qué es tecnología? Espada de Peter Pan o escoba de bruja?
Veamos más un dibujito: ¿Qué hay dentro de la caja?
De esa caja infantil que ganábamos como regalo en nuestra infancia, salía un payaso. Pero, ojo, él ya estaba adentro. El resorte, que estaba comprimido, sólo se estira cuando se abre la caja.
La tecnología cuando es producida, ya ha internalizado los valores del capital. Ellos solo aparecen cuando es abierta. Es ahí que nosotros percibimos lo que llamamos impactos sociales y ambientales negativos.
Esta afirmación es ingenua, porque esos no son impactos; estaban desde antes, desde el comienzo, ahí engatillados en el resorte que estaba comprimido. Entonces, al abrir la caja la tecnología convencional muestra sus impactos negativos. No hay ética que lo haga cambiar: ese payaso no va a cambiar por nuestra ética o por que adoptemos la RSE. Es necesario un cambio mucho mayor.