Jesús Sebastián1
RESUMEN
En este artículo se reivindica el carácter multifacial de la cooperación, entendida como cultura, que está presente y afecta al ámbito de las estrategias y políticas científicas y tecnológicas, a los modelos de organización de la ciencia y la tecnología y a los modos y procedimientos implicados en la investigación científica, el desarrollo tecnológico y los procesos de innovación. |
ABSTRACT
In this article the multiple aspects of cooperation are made clear, cooperation being understood as a culture which is present in and affects scientific and technological circles and their strategies and policies, as well as the organizational models for science and technology, and also the manners and procedures implicated in scientific research, technological development and the processes of innovation. |
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El objetivo de este artículo es reivindicar el carácter multifacial de la cooperación, entendida como una cultura, que está presente y afecta al ámbito de las estrategias y políticas científicas y tecnológicas, a los modelos de organización de la ciencia y la tecnología y a los modos y procedimientos implicados en la investigación científica, el desarrollo tecnológico y los procesos de innovación (I+D+I). Este planteamiento supera el concepto tradicional de la cooperación, aplicado fundamentalmente en su carácter instrumental, como facilitadora de la consecución de objetivos a través del esfuerzo conjunto.
La extensión de la cultura de la cooperación en la I+D+I requiere de estrategias explícitas, expresadas a través de objetivos e instrumentos específicos en las políticas científicas, tecnológicas y de fomento de la innovación. La cultura de la cooperación se expresa en los modelos organizativos a través de la articulación y coordinación de los sistemas nacionales de innovación y en los modos de obtención del conocimiento y las tecnologías, la cultura de la cooperación se expresa a través de las formas colaborativas y asociativas de los proyectos y de las redes de investigación.
La cultura de la cooperación tiene, a su vez, dos dimensiones, la nacional y la internacional.
Las múltiples caras de la cooperación no se perciben actualmente con la misma intensidad. Probablemente, la cooperación en los procesos de la investigación y la innovación se reconocen más universalmente.
Una de las características que define la evolución en los modos de producción del conocimiento en los últimos cincuenta años es la transición desde las investigaciones basadas en la individualidad de los científicos, a las basadas en los grupos de investigación, en la colaboración entre grupos de diferentes instituciones y países y, actualmente, a las basadas en la constitución de redes de investigación, heterogéneas en su composición y transitorias en el tiempo. Si bien estas formas de organización del desarrollo de la investigación han estado siempre presentes, numerosos indicadores testimonian esta transición y la tendencia creciente hacia formas organizativas más complejas, tanto en el ámbito de las ciencias experimentales y las ciencias sociales, como en el ámbito del desarrollo tecnológico y de la innovación. (Regalado, A., 1995; Geoghiou, L., 1998; Gómez I. et al., 1999; Gerybadze, A. and Reger, G., 1999; Bordons, M. and Gómez, I., 2000).
Dos de los indicadores que evidencian más claramente la tendencia al predominio de formas organizativas basadas en la cooperación son, por una parte, los relacionados con la composición de los proyectos y redes, y por otra, los indicadores bibliométricos. En el primer caso se observa una tendencia creciente al incremento del número de investigadores y de instituciones en la composición de los proyectos, hasta llegar a conformarse equipos muy numerosos, a través de las redes de investigación (Sebastián, J. et al, 1998; Sebastián, J., 1999a).
Los indicadores bibliométricos muestran la preponderancia de los artículos científicos multiautor, multiinstitucionales y multilaterales (Subramanyam, K., 1983; Vinkler, P., 1993; Leclerc, M. and Gagne, J., 1994; Fernández, M.T. et al., 1998; Bordons, M. and Gómez, I., 2000). En las revistas científicas recogidas en el Science Citation Index se observa que mientras a mediados de los años 50 el número medio de autores por artículo era de 1,83, en los años 90 era de 3,89. En el caso de España en el período 1990 a 1993 el número medio de autores en los artículos científicos oscila entre 2, en el caso de las ciencias sociales y las matemáticas, a 9 en la física (Gómez et al., 1995).
El porcentaje de artículos firmados por científicos de dos o más países se ha duplicado en diez años, pasando de ser el 11% en 1980 al 20% en 1990 (Leclerc, M. and Gagne, J., 1994). El incremento reciente de las copublicaciones internacionales en la producción científica española está bien caracterizado, pasando del 13,5% en 1985 al 23,5% en 1990, alcanzando el 29% en 1995. La media de las copublicaciones internacionales en el conjunto de los países de la Unión Europea era en 1995 del 25,7%.
En la mayoría de los países de América Latina se observan también incrementos muy significativos en el porcentaje de copublicaciones internacionales con respecto a la producción científica de cada uno de los países. Entre 1991 y 1995 existe un aumento del 66% en las copublicaciones internacionales respecto al total de la producción científica de América Latina (Fernández, M.T. et al., 1998). Es interesante señalar que el análisis de las copublicaciones en las que participan investigadores de tres o más países evidencia el incremento de las redes internacionales de investigación, así como de su productividad (Gómez I. et al., 1999).
Existen múltiples condiciones y motivaciones que explican el progresivo impacto de la cooperación y los cambios en las modalidades, incluso en las percepciones sobre la misma en los diferentes actores implicados en los procesos de I+D+I. Quizá la mejor manera de ilustrar esta evolución es señalar el paso que se ha dado desde considerar la cooperación como un instrumento en el proceso de la I+D+I, a considerarla como una cultura en la comunidad científica y tecnológica. Este paso, que supone recorrer una larga distancia conceptual y operativa, no deja de estar sembrado de contradicciones, planteamientos y situaciones híbridas.
Inicialmente la cooperación, de acuerdo con la Real Academia Española, se define como la acción de cooperar y, ésta, como obrar juntamente con otros para un mismo fin. La cooperación científica y tecnológica engloba un conjunto de actividades que a cualquier nivel, individual, institucional o nacional, y a través de múltiples modalidades, implican una asociación y colaboración para la consecución de objetivos comunes y un beneficio mutuo en el ámbito de la investigación científica y tecnológica. Esta conceptualización de la cooperación enfatiza su carácter instrumental en la medida que permite sumar esfuerzos, capacidades y financiación para poder conseguir objetivos y resultados que no serían posibles o lo serían en un mayor espacio de tiempo individualmente por los investigadores, grupos de investigación, instituciones o empresas participantes en una actividad conjunta.
Si bien la cooperación científica y la tecnológica comparten su definición, tienen diferencias significativas en sus planteamientos y en su ejecución. Por una parte, la cooperación científica está desde hace mucho tiempo incorporada en los hábitos de trabajo de los científicos, tiene mayor flexibilidad y fluidez y se basa en la autonomía de los actores y en la libre difusión de los resultados. Por otra parte, la cooperación tecnológica se enmarca generalmente en el ámbito de las estrategias empresariales y, en consecuencia, es más restringida y objeto de una negociación más estricta entre los actores, que a su vez tienen valores diferentes a los imperantes en la comunidad científica.
Las actuales fronteras difusas entre la ciencia y la tecnología en numerosos ámbitos difuminan también las diferencias entre estos tipos de cooperaciones. Uno de los ejemplos paradigmáticos que ilustra actualmente esta situación es el concerniente al proyecto del genoma humano. El desciframiento del genoma humano, desde su vertiente de avance del conocimiento científico, se consideró que solamente era posible a través de la cooperación abierta de numerosos grupos de investigación y de instituciones. Sin embargo, desde la vertiente de avance tecnológico, en la medida que abre numerosas puertas a las aplicaciones y a la rentabilidad económica, se plantea como un objetivo de la empresa privada, sin un componente explícito de cooperación, aunque beneficiándose de numerosas aportaciones al acervo del conocimiento del conjunto de la comunidad científica. En otros numerosos ejemplos, la cooperación a través de redes y consorcios de actores heterogéneos, públicos y privados, ha puesto de manifiesto la viabilidad y rentabilidad de estas asociaciones (Callon, M. et al., 1992; Child, J. and Falkner, D., 1998; Zander, I., 1999)
La cultura de la cooperación en la I+D+I se fundamenta en la necesidad de la complementación de las capacidades. Esta necesidad, que podía ser anecdótica hace unos años, se convierte en la actualidad en una necesidad imperiosa. La creciente especialización de los grupos de investigación junto al carácter multidisciplinar de los abordajes experimentales, la progresiva fusión de campos científicos en nuevas tecnologías y la heterogeneidad de los procesos de innovación exigen la complementariedad y la cooperación. Un caso especial lo constituye el ámbito de la megaciencia, en el que la naturaleza de las infraestructuras y los costes de la experimentación hacen de la cooperación el único medio viable para su desarrollo. Junto a esta fundamentación, que se refiere a aspectos intrínsecos de los procesos de obtención del conocimiento y de las tecnologías, sistematizados por Gibbons y colaboradores (1994), existen otros aspectos extrínsecos que inciden en las condiciones de contexto para facilitar la cooperación, como son los procesos de apertura, tanto políticos como sociales y culturales, y la generalización y abaratamiento de las comunicaciones virtuales y reales.
La extensión de la cooperación se explica también por los beneficios que reporta a los participantes. El reconocimiento de las sinergias que ofrecen las interacciones y la complementariedad, la valoración del incremento de la eficacia de los procesos de investigación, traducida en una mayor productividad, visibilidad y mejora de la calidad del proceso mismo y de los resultados obtenidos, las mejoras en las capacidades competitivas de las instituciones y empresas y los impactos sobre el grado de internacionalización, son algunos de los beneficios que pueden señalarse (Sebastián, J., 1996). Sin embargo, la cooperación, como proceso interactivo y social, no deja de plantear dilemas y dificultades que surgen por conflictos derivados de los propios intereses de los participantes, de la complejidad de las interacciones personales e institucionales y de la necesidad de entender y asimilar diferencias culturales (Katz, J.S. and Martin, B.R., 1997).
El análisis de las modalidades de la cooperación científica y tecnológica muestra una tendencia hacia la diversificación y al aumento de la complejidad. Junto a las colaboraciones entre grupos de investigación a través de proyectos conjuntos en los que participan dos instituciones, se observa un incremento de las colaboraciones multipolares a través de redes, asociaciones y consorcios con compromisos variables de los participantes. Estos tipos de modalidades amplifican las interacciones y permiten aflorar nuevas oportunidades para la cooperación, además de contribuir a la extensión de la cultura de la cooperación entre la comunidad científica y las instituciones.
Entre los diferentes impactos de las redes de investigación, cabe señalar los que afectan a los procesos de difusión del conocimiento. Frente a la tendencia en algunos ámbitos a la apropiación y privatización del conocimiento, las redes permiten una mayor socialización del mismo, a la vez que aceleran su producción. Este aspecto adquiere más importancia en la medida en que se consolide otra tendencia con relación a los mecanismos de acceso a la tecnología, los cuales no pasan tanto por los canales tradicionales de la compra y la transferencia, como por el codesarrollo, a través de proyectos conjuntos.
1 Centro de Información y Documentación Científica (CINDOC). Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). España. E-mail: mailto:jsebastian@cindoc.csic.es