Renato Dagnino y Hernán Thomas
La crítica de los conceptos relacionados a la superestructura institucional comenzó a revelarse insuficiente, a medida en que avanzábamos en el análisis del policy making process. Comenzamos a percibir que la ineficacia del instrumental de análisis y operación sobre la realidad utilizado en América Latina no se debía simplemente a la inadecuación de los modelos o de los conceptos relacionados a la superestrucutura. Esto es, a los elementos que conforman el aparato político e ideológico del Estado que hace posible la vigencia de un dado régimen social de acumulación. Parecía deberse también a aspectos que no se relacionan ni con la superestrucurra ideológica ni con la órbita de la circulación, sino con el circuito de la producción.
En otras palabras, los conceptos relativos a la infraestructura que se utilizan para explicar (o describir la realidad a ser explicada), y por extensión para actuar sobre ella (policy) también resultaban relativamente inadecuados al escenario local.
En principio, tres conceptualizaciones aparecieron problematizadas por fenómenos de transducción: a) la empresa como locus de la innovación; b) los conceptos de innovación, difusión y cambio tecnológico; y c) el concepto de tecnología de punta y la posibilidad de una exploración alternativa de la frontera científica y tecnológica.
Es de notar que la empresa -aun cuando entendida en su acepción de unidad productiva- es un concepto que, aunque denote un ente económico específico debiera estar referido a su entorno inmediato -el régimen social de acumulación en que se encuentra inserta. Sin embargo, en las conceptualizaciones de empresa insertas en las políticas de C&T, empresa aparece como un término genérico, escasamente analizado14. Se supone, de hecho, que la empresa es un motor de desarrollo económico y social, y que de la vinculación de las instituciones de I&D y universidades locales y las empresas, sólo pueden surgir beneficios, o, en otros términos, sólo pueden generarse sinergismos positivos a escala social. Dado que el comportamiento real de las empresas locales no coincide con este supuesto, la PCT tiende a ser construida sobre una ficción, resultado de un proceso de transducción (suponiendo que las empresas de países desarrollados se comporten como dice la literatura, claro).
La cuestión aparece particularmente clara cuando se plantea en términos de política de innovación. ¿Cuántas empresas locales pueden ser consideradas locus de innovaciones? Las empresas locales no son «schumpeterianas». No basan sus estrategias de acumulación en el upgrading de sus trayectorias tecnológicas. No tienden a internalizar funciones de I&D. No tienden a vincularse con centros de I&D públicos (para no hablar de privados, prácticamente inexistentes en la región).
Sin embargo, la estrategia de desarrollo de las nuevas políticas de innovación latinoamericanas tiende a asumir que las empresas locales son homológicas a las de los países desarrollados. Y si no lo son, se continúa suponiendo, lo serán en virtud de políticas de apertura y desregulación que las enfrentarán con la «realidad» del mercado internacional y de los esfuerzos por cultivar y difundir el «entrepeneurismo». Sin embargo, después de diversas experiencias de apertura realizadas en la región, es posible registrar numerosos ejemplos donde las empresas que realizaron inversiones de riesgo en innovación y exportaban una parte de su producción resultaron particularmente damnificadas por las políticas de desregulación.
Además, existe otro problema. En las conceptualizaciones de dinámica innovativa -generadas desde la economía de la innovación- la dimensión institucional suele ser planteada en términos excluyentes, donde las empresas aparecen como los actores privilegiados de -y mejor habilitados para- los procesos de innovación y el mercado es planteado como el territorio «natural» de evolución socio-técnica.
Parece necesario no perder de vista que toda la trayectoria de la economía de la innovación está basada, prácticamente, en el análisis de fenómenos de innovación en firmas, aunque de este hecho no sea legítimo deducir que no pueden existir loci y dinámicas de innovación alternativos.
El hecho de que las empresas locales no son homológicas, no parece impedimento para que la transducción local de este tipo de conceptualizaciones se proponga convertirlas en los únicos actores que pueden generar innovación. O, en otras palabras, las descripciones y análisis de la actividad productiva de las empresas de países desarrollados aparecen transducidas en la PCT latinoamericana como normativa de innovación.
Esta línea argumental tiende a reforzar los planteos de corte neoliberal del enfoque gerencial. En otros términos, las políticas de innovación locales aparecen como estrategias centralizadas en la firma. Y, al mismo tiempo -lo que es aún más grave- esta transducción tiende a dejar fuera de la agenda política (y de la investigación económica) el análisis de cualquier tipo de alternativa, por ejemplo: empresas públicas (estatales o no), unidades universitarias o de I&D de producción y venta de bienes y servicios, innovación en entornos de organización cooperativa (constitución de cooperativas de bienes, servicios y comercialización asociadas a unidades de I&D), etc. Como si las firmas latinoamericanas agotaran el espacio productivo imaginable, y otro tipo de instituciones no pudieran constituirse en locus de la innovación.
Teniendo en cuenta las limitaciones de las empresas -los supuestos locus de innovación- locales, la concepción de alternativas no es simplemente un tema de especulación académica, sino que puede convertirse en la única posibilidad de generación de condiciones competitivas viable a mediano plazo (excepto que se piense que el futuro le pertenece a las commodities intensivas en recursos naturales)15
Finalmente, es necesario tener en cuenta que las trayectorias innovativas de las empresas locales no necesariamente coincidirá con las necesidades sociales de la región (de hecho, resulta dificultoso registrar ejemplos de tal coincidencia en el pasado). La gestación de trayectorias tecnológicas alternativas, no de mercado, implica en este sentido una responsabilidad indelegable16 del policy making local.
En la literatura regional, y, en particular, en textos generados desde el enfoque gerencial tiende a confundirse la innovación con cualquier tipo de cambio tecnológico. Concretamente, tiende a ser calificada como innovación la importación de tecnología -incorporada o desincorporada, transferencias intramuros (entre la casa matriz y su filial), transferencias de tecnologías desincorporadas mediante servicios de asesoría, etc. O, en otros términos, suele denominarse innovación a procesos de difusión de tecnologías. La cuestión constituye un complejo ejemplo de transducción.
En la literatura reciente (OECD, 1992; Nelson y Rosenberg, 1993; por ejemplo), suele plantearse una definición lato sensu de innovación, en la que se agregan, como dimensiones complementarias, la realización de actividades de innovación stricto sensu -de generación de nuevos productos y procesos- y la de operaciones de difusión y/o transferencia.
Esta forma de abordar el fenómeno de la innovación -si bien es más dinámica que la derivada de la aplicación de la definición de innovación como primera aplicación17 - genera problemas de interpretación cuando se intenta su aplicación al análisis de la dinámica innovativa en países periféricos. El problema remite a una cuestión de contexto de concepción de la teoría. En los países centrales, donde la teoría del cambio tecnológico fue generada, la innovación stricto sensu es acompañada por la difusión de los nuevos productos y procesos en el aparato productivo, propio y de terceros países. En este sentido, partiendo de la existencia de operaciones de innovación stricto sensu, resulta correcto incorporar la dimensión difusión a fin de dar cuenta, completamente, del fenómeno innovativo en su dimensión compleja. Esta concepción -socialmente situada- de la teoría del cambio tecnológico se basa en estudios de situaciones y casos donde, al mismo tiempo, se producen procesos de innovación y difusión. Es decir, partiendo de la innovación stricto sensu, los dos procesos resultan mutuamente sinergéticos, en el plano de interacciones del proceso de innovación lato sensu.
Sin embargo, en un país periférico parece incorrecto plantear que la existencia de operaciones de difusión es una condición suficiente para considerar que se está en presencia de un fenómeno de innovación lato sensu. La exclusiva presencia de operaciones de difusión y/o transferencia de tecnología no es causa suficiente para dar lugar a procesos de innovación.
La situación de concepción de la teoría deriva en un problema de asimetría. Si la difusión de una tecnología es observada desde la perspectiva del generador de la innovación stricto sensu, su difusión hacia terceros países es perceptible como parte del fenómeno de innovación lato sensu. Pero la situación no es simétricamente equivalente cuando es observada desde el receptor de la operación de difusión. El receptor no se transforma en innovador por el mero hecho de participar del fenómeno de difusión.
En otras palabras: un fenómeno de difusión sin innovación stricto sensu no constituye un fenómeno de innovación lato sensu. Es, simplemente, un fenómeno de cambio tecnológico. Los fenómenos de difusión sólo deberían ser considerados como parte constitutiva de la dinámica innovativa cuando dan lugar a intervenciones -innovaciones stricto sensu- del receptor sobre la tecnología recibida.
La cuestión no pasaría de un problema académico si no fuera porque la falacia de confundir fenómenos de difusión con fenómenos de innovación lato sensu tiene directas repercusiones normativas. En las implementaciones del enfoque gerencial, así como en las estrategias de modernización mediante promoción de Inversión Extranjera Directa, la importación de tecnologías absurdo de los absurdos, diría un vocero de PLACTS- es asumida como una política de innovación.
El concepto de tejido de relaciones permite analizar con una visión alternativa a la «universal» las dinámicas de exploración de la frontera de conocimiento científico y tecnológico.
Los países más desarrollados económicamente son también líderes en C&T. Con una distribución del ingreso relativamente equitativa conquistada a lo largo de su historia social, su proceso de acumulación económica está basado en la satisfacción de demandas de creciente sofisticación. Los sectores productivos que satisfacen tales demandas son los más dinámicos, desde una perspectiva económica, y, por eso, concentran la mayor parte de los recursos de I&D.18
Los bienes que, debido a esa conformación del sistema de I&D de esos países, son metafóricamente denominados como high tech -que inicialmente alcanzan sólo a los segmentos de mayores ingresos de esos países- son rápidamente difundidos al conjunto de la población. Por un lado, debido a efectos de aprendizaje y de escala que los tornan baratos; por otro, porque, en periodos de expansión económica, los beneficios del crecimiento tienden a ser distribuidos de manera equitativa.
Esta situación genera una particular dinámica de exploración de la frontera del conocimiento científico y tecnológico sesgada hacia las demandas de la élite de poder de los países más ricos. Tales demandas se expresan tanto en forma directa, en el mercado, como indirecta, a través de la intervención del Estado. Como consecuencia del efecto feedback generado entre grandes intereses económicos y geopolíticos, reforzado por el consumismo, la frontera de conocimiento C&T se ha expandido -coherente e interactivamente- con la satisfacción de este particular perfil de demanda.
Así como la existencia del tejido de relaciones pasa desapercibida para la comunidad de investigación, el carácter sesgado de las dinámicas de exploración de la frontera permanece oculto a los ojos de los investigadores locales -y, con mayor razón, a los de la sociedad. Una vez más -como en el caso de la construcción social del criterio de calidad- encuentran que tal dinámica tecnológica es el resultado «natural» y «lógico» de la actividad de investigación.
Pero los países latinoamericanos tienen un promedio de ingreso siete veces menor que el de los países desarrollados. Dada esta sustancial diferencia, es de esperar que la población latinoamericana no se encuentre habilitada económicamente para acceder a los bienes high tech que continuamente ingresan a los mercados de los países desarrollados. La inequitativa distribución del ingreso agrava esta situación, debido a que la gran mayoría de la población latinoamericana se encuentra por debajo del nivel de ingreso promedio. Como consecuencia de esto, la introducción de innovaciones producidas en el marco de los ensambles socio-técnicos de los países desarrollados y, en particular, sus efectos en términos de reducción de costos y aumento de la eficiencia alcanzan sólo un impacto reducido en el bienestar del conjunto de la población de América Latina, al tiempo que resulta funcional a la dinámica local de distanciamiento entre los sectores de mayores y menores ingresos, dado que sólo los primeros tienen acceso a estos bienes.19
La apariencia «universal» de la frontera tecnológica (expresada, por ejemplo, en el concepto de paradigma tecnológico, acuñado por G. Dosi [1982]) oculta el carácter socialmente construido de su dinámica de exploración.
Al problematizar su carácter universal aplicando la noción de transducción en lugar de la de difusión- aparecen dinámicas de exploración alternativas y nuevas oportunidades para la actividad científico-tecnológica regional.
Para los sectores de bienes de consumo masivo -y también para aquellos donde la particular base de recursos local permite el desarrollo de ventajas comparativas- frecuentemente no habrá elección: aunque se quisiera adquirir la tecnología en el mercado internacional, no podría encontrarse una eficiente y apropiada para importar. La PCT coherente con este desafío es asignar potencial de investigación y capacitar recursos humanos para generar tecnologías ad hoc, a fin de solucionar adecuadamente los problemas locales. De la misma forma en que en los países desarrollados el potencial científico y tecnológico es destinado al incremento de la eficiencia productiva, aplicado y adecuado a sus sectores más dinámicos y orientado de acuerdo a sus propios objetivos, el potencial local podría ser usado, direccionado, controlado y «reingenierizado» para satisfacer las demandas de la realidad regional.
Las posibilidades de una estrategia de exploración alternativa de la frontera tecnológica no se limitan al mercado interno. El desarrollo de investigaciones orientadas a la satisfacción de las necesidades sociales puede, al mismo tiempo, mediante diferenciación de productos, generar nuevas oportunidades de mercado. Lejos de constituir una miope estrategia nacionalista, mercado-internista, una estrategia basada en esta observación implica la posibilidad de desarrollar y cohesionar un sistema regional de innovación (a escala latinoamericana), transformando las necesidades sociales en mecanismo inductor -inicialmente no de mercado- de innovaciones basadas en la interacción usuario-productor (y consumidor-productor), y consolidando trayectorias socio-técnicas locales.
14 De hecho ese tipo de problematización conceptual no aparece siquiera en la mucho mas abundante y abarcativa literatura económica; lo que estaría indicando la fortaleza que posee la barrera del sentido común que impide ese tipo de crítica.
15 Hacer depender el futuro de la región exclusivamente del comportamiento de actores inciertos e históricamente reacios a adoptar estrategias genuinamente innovadoras parece, al menos, audaz.
16 Curiosamente, hay fragmentos de la literatura neoschumpeteriana que parecen ser ignorados por los policy makers del enfoque gerencial, por ejemplo: «... el aprendizaje interactivo es seriamente afectado si las partes actúan sólo desde una perspectiva de cálculo y maximización (Lundvall, 1992:47).
17 A inicios de los 70 se definía innovación como: «... la primera aplicación de la ciencia y la tecnología en una nueva dirección, seguida de un éxito comercial» (OECD, 1971:11)
18 Es de notar, además, que estos sectores se constituyen en los más dinámicos en términos de mercados internacionales José A. Bekinschtein (1995)
19 Este papel socialmente perverso de la dinámica tecnológica local queda flagrantemente expresado en el problema del analfabetismo informático, que acentúa y magnifica el histórico déficit de escolarización en la región.