Espacios. Espacios. Vol. 31 (3) 2010. Pág. 14
Glenda Dimuro Peter
“Se da la paradoja millones sIn techo y miles de arquitectos y técnicos sin trabajo”. (RAMOS & ENCINA, 2007: 276)
En la cooperación para el desarrollo, el trabajo de los productores del espacio asume la posición de “asesor técnico social” (ROMERO, 45) basándose en metodologías participativas que consideren las personas como sujetos y no como objetos, haciendo un trabajo de reflexión colectiva en conjunto con una acción para la comunidad, utilizando técnicas que se adapten a la pluralidad y a los problemas reales a resolver, tejiendo conocimientos científicos a los saberes populares, además de contextualizar procesos, estructuras, organizaciones y sujetos colectivos en su dimensión histórica y relacional, viabilizando proyectos factibles en todos sus niveles. Hay que considerar la individualidad de cada persona y el hecho de que, aunque tengan problemas similares, no siempre exigen las mismas soluciones.
Acostumbrados a trabajar desde sus estudios y simplemente leyendo estadísticas y diagnósticos elaborados por otros, los productores del espacio, arquitectos y técnicos de la construcción, involucrados en proyectos y procesos de cooperación al desarrollo, necesitan olvidar su tradicional y limitada manera de ver el mundo y reconocer que tratándose de proyectos sociales que buscan mejorar la calidad de vida de ciertos personas, hace falta mirar desde la complejidad inherente en todos los procesos sociales. Necesitan empezar a ver desde otra perspectiva y utilizar técnicas alternativas de producción, como la IAP, asociando la participación no solamente a la construcción arquitectónica (como puede ser el caso de los procesos donde son los propios habitantes los que construyen sus casas – ayuda mutua), sino también al diseño de espacios. “La arquitectura participativa no es sinónimo de construcción sino que es un pensamiento espacial donde se respeta la polifonía de los protagonistas, donde se debate el disenso camino a la complejidad”. (RAMOS & ENCINA, 2007: 275) Incluso hace falta repensar la manera como se posicionan frente al grupo (normalmente se creen que tienen más conocimientos) para poder inserirse en procesos de ese tipo.
Deben por tanto, los técnicos profesionales del sector, trabajar con modelos de comunicación multidireccionales, transformando el ser individual en ser colectivo y apostando en el trabajo conjunto y firmando relaciones de confianza entre los técnicos y los beneficiados. “La gente, en su vida encuentra en sus propios espacios y tiempos, donde se establecen relaciones en la cotidianidad; pues esta metodología parte de ahí: se trabaja sin tener que romper esas relaciones personales, esas redes,…, por lo que trabajar con esta metodología hay que hacerlo desde la vida de cada uno, la vida comunitaria, la vida cotidiana…” (ENCINA et. al, 2007: 372) El papel de los técnicos va más allá que simplemente elaborar proyectos, tomar decisiones o formular conclusiones, “un cometido más sutil y complejo, y no del todo determinado, pues según la preparación y disposición para su propia participación que exhiban los grupos para los que, o con los que, trabaje, oscilará entre el papel de facilitador y orientador de procesos de elaboración compartida de soluciones, actuando ya sea como coordinador, ya como simple integrante de los grupos que gestionan procesos; y el de canalizador de información, o el de introductor de las pautas, valores, códigos y prioridades de la cultura de referencia; u otros roles que requieren su intervención activa y decisiva pero difieren marcadamente de la concepción predominante de rol profesional a cargo de las decisiones”. (PELLI, 2007: 34) A través del diálogo, los técnicos, que antes simplemente observaban sin ser observados, participan de un proceso reflexivo en conjunto con la población donde todos pueden interferir en las propuestas y formular transformaciones.
Hay límites de conocimiento por parte de los profesionales, pero también de los habitantes. La definición de las necesidades y satisfactores, al ser realizada de forma conjunta, aporta diversificadas fuentes de conocimiento, ya que a la vivencia directa de quien padece de la necesidad se añade el conocimiento científico de los técnicos, y las reglas del juego son enseñadas por los actores capacitados para identificar los componentes abstractos y menos tangibles, adaptando tanto las nuevas tecnologías cuanto la arquitectura vernácula al contexto y realidad presentes.
Según ROMERO, los principales componentes de la práctica participativa y que necesitan ser considerados también por los técnicos son: 1) desaprender; 2) ellos pueden hacerlo; 3) sentarse, escuchar, respetar, aprender, aceptar los errores. La asesoría técnica deseada en proyectos de cooperación al desarrollo es aquella que surge de una demanda desde la comunidad; está relacionada a los procesos que se comunican con todos los aspectos del desarrollo comunitario, coordinando distintas disciplinas; es continua durante el proceso; utiliza una metodología participativa siendo un espacio de aprendizaje para técnicos y pobladores. En resumen, considera los conocimientos aportados por los técnicos y por la población y fortalece la capacidad de gestión de la comunidad.
Los arquitectos, diseñadores y planificadores del territorio y del espacio asumen, pues, un nuevo rol, el de profesionales ciudadanos, más preocupados con el bien común y con la elaboración de proyectos y procesos que luego puedan ser autogestionados por las comunidades que, con el reconocimiento por sus magnificas construcciones de gran repercusión, por su carácter simplemente estético. “Es preciso que los técnicos asuman su dimensión ciudadana, la perspectiva sociopolítica de los problemas y que asuman su autonomía y su responsabilidad en su campo de especialidad”. (DE MANUEL, 2007: 95)
“Tecnologías progresivas apropiables que racionalizan el tiempo social histórico y que estimulan la participación, la autogestión y la desalienación, convirtiendo a sus usuarios en actores imaginativos y solidarios de su propia historia, que se materializa en la ejecución escrupulosa de sus sueños, a través de su esfuerzo, organización y la vinculación del conocimiento científico y universitario que como apoyo técnico independiente los integra a un panorama amplio y universal de la cultura humana”. (LOBO, 1998: 41)
Como hemos hablado, en proyectos de producción del hábitat en cooperación internacional no hay espacio para arquitectos que no se replantean antiguas metodologías de actuar y proyectar. Cada pueblo, cada comunidad, presenta diferentes problemas y diferentes necesidades que se implican en diferentes procesos y diferentes satisfactores. Por lo tanto, los procesos de construcción (planteados desde la etapa de elaboración hasta la ejecución y gestión) necesitan de procesos “apropiados y apropiables” (de la terminología utilizada por LOBO (1998), tecnología apropiada y apropiable) O sea, apropiada al local, que estén de acuerdo con los conocimientos “técnicos” de la población, que hagan referencias a sistemas constructivos y materiales utilizados y disponibles en la región y que principalmente, integre los aspectos sociales y culturales de la población incorporando soluciones estéticas de acuerdo con el contexto en que viven. Apropiable porque debe ser de fácil aprendizaje, sencilla y que no necesite manejo o posesión de equipos sofisticados, para que permita la colaboración de todos y logre ser usada por los propios pobladores, que al fin y al cabo son los sujetos de la acción social.
Hay diversas metodologías que pueden ser utilizadas en la producción del hábitat en cooperación internacional, distintas para las necesidades de cada comunidad, sea desde la escala macro de las planificaciones urbanas participativas a la micro relacionada con diseños arquitectónicos y de habitabilidad básica participativos. Lo único que tiene que considerarse en toda y cualquier intervención en el hábitat realizada de forma participativa, sea urbana o arquitectónica, es que el proceso es cíclico y que un problema de diseño puede ser considerado como síntoma de otro problema. La mayoría de conflictos no tienen solución universal y definitiva, ni las soluciones son correctas o falsas. Hay que llevar en cuenta siempre las mejores soluciones basadas en el uso de los mínimos recursos, utilizando tecnologías apropiables y apropiadas, o sea, tecnología de uso máximo y coste mínimo.
El campo de trabajo de los arquitectos y técnicos relacionados con la producción del hábitat en los proyectos de cooperación internacional al desarrollo puede ir más allá que en la reconstrucción arquitectónica en locales y en situaciones de riegos provocadas por desastres naturales, o bien en la actuación en pequeñas comunidades, indígenas o campesinas, alejadas de la zona urbana.
El arquitecto Carlos Lobo (1998), sugiere cuatro temáticas que pueden ser exploradas en procesos de producción del hábitat - que utilizan la IAP como metodología - y que por lo tanto también pueden ser consideradas otras formas de colaborar en el desarrollo y mejora de las condiciones de vida y habitabilidad en zonas menos desarrolladas de los países del sur:
1) PRESERVAR LA CIUDAD: La ciudad como un todo articulado es la periferia, los centros históricos y los barrios consolidados; como una trama de memoria colectiva es la historia común de las calles, de los hitos, de significados; como lugar de ejercicio de la ciudadanía es una ciudad abierta, igualitaria y democrática. La cooperación internacional puede ayudar a una población afectada a comprender y defender su patrimonio colectivo, no sólo los monumentos históricos o artísticos, sino aquellos lugares y paisajes de identidad y memoria colectiva.
2) DIVULGAR Y FORMAR OPINIÓN PÚBLICA: A través de la cooperación, se puede dar a conocer las problemáticas enfrentadas por las comunidades y las carencias de los necesitados, buscando soluciones. “El ser sujetos culturales activos, con presencia constante como profesores, investigadores y conferencistas, así como mediante la práctica periodística, empieza en la crítica atenta y constante de seguimiento y promoción de respuestas colectivas en defensa de los derechos ciudadanos y de la conservación de los usos, hábitos y costumbres, así como de los ritos e instituciones de la vida cotidiana”. (LOBO, 1998 37)
3) INVESTIGAR SISTEMÁTICAMENTE LOS PROBLEMAS Y SUS SOLUCIONES EN TORNO A LA ARQUITECTURA PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD: Hay que considerar los siguientes temas: tecnologías apropiadas y apropiables que se aprovechan de las potencialidades de los usuarios; los métodos de gestión, financiación y legalización de acciones ciudadanas y participación en defensa de la construcción solidaria de la ciudad; desarrollo de proyectos que consideren el contexto y también el crecimiento; previsiones sobre tramas urbanas alternativas y futuras expansiones. También debe haber investigaciones “sobre la inserción contextual, tales que permitan consolidar y enriquecer la calidad de la trama urbana tras la acción de poblamiento necesario, en las que se valoran y aprovechan las preexistencias ambientales; recurso inapreciable cuando se parte de la pobreza de recursos de la intervención y se persigue que el nuevo poblamiento se vincule y sea bien acogido por los antiguos pobladores del rumbo e inclusive que la inserción enriquezca mejorando el contexto urbano existente”. (LOBO, 1998: 37)
4) COPRODUCIR LA CIUDAD: En la cooperación se puede actuar en diversas escalas: a través de intervenciones puntuales, construyendo con los usuarios para sus necesidades y desde sus posibilidades; intervenciones fragmentadas del conjunto urbano, donde “se abre la vela más rica y sugestiva de la arquitectura de la participación, la relativa a recoger y sugerir la recomposición de la ciudad desde la perspectiva de los pobladores como sociedad civil en franco diálogo con las autoridades de la ciudad y los proyectos que la iniciativa privada capitalista impulsa para la racionalización especulativa de la ciudad”. (LOBO, 1998 37): o por medio de meta-proyectos, donde el imaginario colectivo surge para construir la ciudad.
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