Paradigms and migratory vectors in XXI century
Ivan De La Vega
El denominado modelo de la Sociedad del Conocimiento se sustenta en las economías fundadas en el saber, las cuales utilizan cuantiosas inversiones en materia de educación, formación, investigación y desarrollo, programas informáticos y sistemas de información con el objeto de incrementar sostenidamente la innovación, lo que garantiza una rápida evolución del conocimiento. Frente a esta economía en constante cambio, organizaciones, comunidades y personas deben “equiparse” de nuevas competencias y de nuevas cualidades para sobrevivir y prosperar en este mundo en permanente estado de turbulencia. Ahora bien, no todos los países tienen acceso a las economías fundadas en el conocimiento, y aun en los más avanzados numerosos sectores sociales siguen excluidos del acceso al saber (Foray, 2002). Uno de los elementos que contribuye directamente en esta dinámica asimétrica entre los países periféricos y los centrales es la captación continua de patrimonio intelectual por parte de estos últimos, lo que debilita sustancialmente a las sociedades de menor desarrollo relativo para hacerlas productivas y competitivas, debido a que no sólo tienen un déficit importante de patrimonio intelectual, sino que además el que forman emigra en un porcentaje significativo.
En la literatura se recoge desde hace décadas la forma como se ha venido tratando el tema de la sociedad y su relación con la información y la innovación tecnológica. Con diferentes matices, todas apuntan hacia una versión de cómo se estructuraría el futuro reciente. Dentro de los términos se encuentran, además de la sociedad del conocimiento, las siguientes: sociedad postindustrial (Bell y Touraine), sociedad tecnotrónica (Brizazinsky), sociedad de consumo (Jones y Baudrillard), sociedad informatizada (Nora-Minc), sociedad interconectada (James Martín), estado telemático (Gubern), tercera ola (Alvin Toffler), aldea global (Mac Luhan), sociedad digital (Merecier-Plasard-Sca, et al) y la sociedad cibernética (Joyanes Aguilar, L.) (Marí Sáez, 2002).
Partimos de la premisa que el modelo de la Sociedad del Conocimiento es promovido por los países centrales, al igual que los otros modelos aquí tratados, y el mismo cuenta con una plataforma tecnológica cada vez más dinámica que requiere de avances continuos donde la innovación no sólo de procesos y productos, sino organizacional, es la punta de lanza. Si bien este modelo afloró a principios de los años 1990 sus raíces se encuentran en décadas anteriores, debido a que está vinculado a procesos que vienen en desarrollo por múltiples vías y que están interconectados con los otros desarrollos teóricos aquí tratados. Esta gran transición de las sociedades se encuentra edificada con nuevos resortes, con nuevos equilibrios y con muy poco de azar (Coriat, 1996).
En una metamorfosis como la que vivimos, centramos la discusión en quién -persona, nación y región- está en capacidad de aprovechar el modelo de la Sociedad del Conocimiento para convertirlo en una herramienta dirigida a construir conocimiento útil. Aquí es donde radica el principal problema, la brecha entre los países periféricos y los centrales se ha incrementado debido a que cada vez se necesita más personal calificado y un aprendizaje continuo para enfrentar los incesantes avances y exigencias científico-tecnológicas, de producción y su impacto favorable en el mercado “global”. En los países centrales las estrategias de adaptación se sustentan en el nivel educativo de su gente y en el perfeccionamiento constante de los sistemas educativos amoldados a las nuevas necesidades del “mercado global”; en los sistemas de información y plataformas comunicacionales y finalmente son soportados por los sistemas nacionales de innovación que les permite trabajar en red para obtener los resultados proyectados.
Esta es la tarea pendiente en Latinoamérica. Se necesita un cambio con respecto a las ideas prevalecientes y la construcción de una red institucional que permita la conjunción de capacidades y actores distintos, tanto nacionales como extranjeros, tanto públicos como privados que permita impulsar un desarrollo sostenido en un período relativamente corto (Avalos, 1994). Esta forma de concebir el cambio en los mapas mentales se pudiera comprender a través del concepto que introdujo Freeman en el año 1987, donde se plantea que la nueva forma de enfrentar el desarrollo es organizándose en red, es decir, utilizando los Sistemas Nacionales de Innovación. No obstante, después de 17 años todavía es incipiente la forma cómo se han estructurado las sociedades latinoamericanas para enfrentar los avances y tendencias tecnocientíficas.
Por ello, debemos comprender, que para hablar del funcionamiento de la Sociedad del Conocimiento en países de menor desarrollo, primero conviene revisar las características reales de funcionamiento de estas sociedades. Por ejemplo, en ese modelo se dice que la productividad y el desarrollo son función de las capacidades intelectuales de su población, de su capital humano, articulado a la trama productiva y social (Rengifo, 1998). Al revisar dichas capacidades e interacciones bajo el funcionamiento en redes y/o sistemas nacionales de innovación en los países periféricos, encontramos debilidades, que, medidas a través de los indicadores tradicionales de I+D, o incluso, a nivel de transacciones mínimas entre los ámbitos, productivo, del Estado y científico-tecnológico, que son difíciles de corregir y por ende no se puede indicar que se esté avanzando en esta dirección a un ritmo adecuado que permita “alinearse” con la producción de los países centrales.
La educación en sus diferentes niveles, la salud, el interés por los problemas medioambientales, la ciencia, la tecnología y la capacidad de innovar utilizando el conocimiento, no son tratados con la importancia requerida por los Estados y los actores locales de estos países con mayor atraso, debido a que existe una débil capacidad de interlocución y por ende de comprensión, o más bien, a un “desarme intelectual” en el sentido de que una parte significativa del patrimonio intelectual, entre ellos científicos y tecnólogos, ha y está emigrando hacia los países centrales.
En esta misma línea, el receptor en cualquier transferencia de conocimiento debe poseer conocimientos generales suficientes para poder darle el uso adecuado. Al revisar las condiciones educativas de los países periféricos se aprecia la incapacidad de sus comunidades científicas y tecnológicas y de su población trabajadora para recibir dichas transferencias de conocimiento científico y general respectivamente (Forero-Pineda y Jaramillo, 2002). Por ello, lo que caracteriza a la revolución tecnocientífica actual no es el carácter central del conocimiento y la información, sino la aplicación de ese conocimiento e información por parte de una sociedad que se encuentre en capacidad para utilizarlo y acumularlo (Castells, 1997). En este punto se encuentra otra de las claves. Las sociedades periféricas deben tomar conciencia de la importancia que tiene mejorar de forma sostenida la educación en todos los niveles, esto permitiría que en el mediano y largo plazo puedan contar con un patrimonio intelectual que esté en condiciones de afrontar los continuos cambios generados por los procesos de innovación, en un mundo regido por la globalización, el paradigma tecno-económico y la sociedad del conocimiento.
Los países periféricos pueden aprovechar la ventana de oportunidad que ofrecen las TIC, debido a que estas han dotado al mercado con las herramientas precisas para un encuentro inmediato y transparente entre la oferta y la demanda a escala mundial (Meyer et al., 2001). No obstante, esto requiere una base educativa mínima por parte de esas sociedades para aprovechar dicha tecnología. El fenómeno de la emigración de científicos y tecnólogos de la periferia a los centros que se viene presentando desde hace varias décadas puede entenderse por la atracción que ejercen estos últimos y que se sustentan en variadas estrategias de captación, no sólo de centros de I+D o universidades, sino también de los grandes consorcios multinacionales y empresas de menor rango pero con uso intensivo de conocimiento.
La preeminencia del patrimonio intelectual en el modelo de la sociedad del Conocimiento ha modificado la forma de organizar, gestionar y difundir los conocimientos; cambios que han transformado las prácticas y los modos institucionales en que se generan, difunden y usan la ciencia y la tecnología (Sánchez, I. 2002). Debido a ese proceso, se deben buscar nuevas formas de retener al personal altamente calificado en los países de menor desarrollo, los profesionales y técnicos de todas las áreas y aquellos que se han formado para ser investigadores en el campo tecnocientífico son los llamados a ser los interlocutores y negociadores de esos países en el escenario global.
El avance tecnocientífico marca las diferencias y amplifica las brechas entre centros y periferias. Una prueba de ello son las tecnologías nanoscópicas. Mientras los países centrales invierten más en ellas, léase, infraestructura y equipos acorde con las altas exigencias tecnológicas; formación de personal en nuevas especialidades y la comprensión del asunto tecnocientífico como cosa multidisciplinaria; fondos especiales para avanzar a ritmos mayores (incrementos de la inversión de los PIB en C+T+I). En los países periféricos pasa exactamente lo contrario. Los esfuerzos de inversión son bajos; no se abren nuevas carreras, los marcos institucionales de formación no han variado y son anacrónicos y no existen políticas de atracción del relevo intelectual. Con esos escenarios, y entendiendo que estamos en el medio de un nuevo cambio de paradigma, los mercados en 5, 10 y 15 años estarán inundados de nuevos productos provenientes de esas tecnologías y seguirán siendo los países centrales los que ganen la carrera en los mercados globales.
Finalmente, no se avizoran cambios en los vectores migratorios en los escenarios futuros de corto y mediano plazo del siglo XXI. La tendencia se mantiene, debido al continuo cambio socio-técnico inspirado en la tecnociencia y la poca o nula capacidad de inserción en estos procesos de las sociedades menos desarrolladas.