Horacio Viana y María A. Cervilla
Probablemente los trabajos basados en el modelo lineal de la innovación, han sido los que más importancia han prestado al estudio de la relación entre ciencia y tecnología.
Existe una serie de investigaciones en las cuales está implícita la idea de la ciencia como motor de la innovación, que se centran en la identificación de los inputs de la actividad científica. En ellos se pretende realizar un inventario del potencial científico, determinando aspectos tales como número de investigadores con los que cuenta un país, recursos financieros dedicados a la investigación básica, número de organizaciones científicas existentes, etc. Detrás de este enfoque se reflejan las ideas de los primeros formuladores de la política científica norteamericana, entre ellos Vannevar Bus (5), quien afirmaba en 1945:
LA INVESTIGACIÓN BÁSICA CONDUCE A NUEVO CONOCIMIENTO... ELLA CREA LAS BASES DE LAS CUALES SURGEN LAS APLICACIONES BÁSICAS DEL CONOCIMIENTO. NUEVOS PRODUCTOS Y NUEVOS PROCESOS NO APARECEN COMPLETAMENTE DESARROLLADOS. ELLOS SE FUNDAN EN LOS NUEVOS PRINCIPIOS Y LAS NUEVAS CONCEPCIONES, LAS CUALES HAN SIDO DESORRALLADAS CON GRANDES ESFUERZOS POR LA INVESTIGACIÓN HECHA EN EL REINO MÁS PURO DE LA CIENCIA.
Planteamientos como este, en los cuales subyace la idea de que la ciencia tiene un impacto directo en la innovación, influyeron en el pensamiento de los principales arquitectos de la política científica latinoamericana. Por ejemplo, Bernardo Houssay (1960:11), Premio Nóbel argentino y uno de los ideólogos principales de la política científica latinoamericana de este período, expresa muy claramente el paralelismo mencionado:
LA MEJOR MANERA DE TENER CIENCIA APLICADA ES INTENSIFICAR LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA FUNDAMENTAL, PUES DE ELLA DERIVARÁN ABUNDANTES APLICACIONES.
Existe otro grupo de trabajos en los que se pretende medir la eficiencia del gasto en investigación y desarrollo principalmente a través de las patentes. Aquí, pensando en el modelo lineal de innovación, tiene lugar nuevamente una confusión entre invento e innovación, ya que muchas patentes nunca se ven reflejadas en una aplicación comercial, es decir, en una innovación.
Es justo decir que, sin lugar a dudas, las patentes miden una parte del proceso mediante el cual son aplicados conocimientos científicos y destrezas para crear o mejorar productos o procesos de manufactura. Sin embargo, la mayoría de las invenciones más promisorias sometidas a las oficinas de patentes jamás son utilizadas; sólo un número muy pequeño del universo total de invenciones (patentadas o no) llega al punto de ser aplicado en un sistema operativo fuera de un laboratorio. Puede decirse entonces que las patentes sólo reflejan una pequeña parte de las contribuciones de la investigación básica al desarrollo tecnológico.
En suma, este conjunto de estudios proveen ideas limitadas acerca del impacto de la ciencia en la innovación tecnológica. Los estudios pioneros que en realidad se dirigen a estudiar el papel de la ciencia en las actividades de innovación, son aquellos orientados a modelar el proceso innovativo, entre los cuales pueden mencionarse: Price y Bass (1969), Gibbons y Johnston (9174), Langrish et al (1972), Jevons (1973), Byatt y Cohen (1969).
Los proyectos HINDSIGHT y TRACES tal vez representan los estudios más conocidos sobre el papel de la ciencia en la actividad innovativa, debido a lo contrastante de los resultados presentados, hecho atribuido a razones metodológicas e ideológicas (6) (Sherwin y Isenson, 1967; IIT Research Institute, 1968).
El proyectos HINDSIGHT fue patrocinado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos en el 1967, con la idea de medir el retorno de la inversión que el Departamento aportaba a la investigación básica a través de la utilidad del conocimiento generado por dicha investigación en el desarrollo de veinte sistemas de armamentos. El estudio arrojó resultados que alarmaron a la comunidad científica: el aporte de la ciencia aparecía casi insignificante. De 700 eventos o conjuntos de informaciones claves que hicieron posible el desarrollo de los sistemas, se encontró que más del 90% de dichos eventos eran considerados como frutos de proyectos tecnológicos de ingeniería.
En respuesta a dicho estudio, la comunidad científica a través de la National Science Fundation, en el año 1968, contrató con el Instituto de Investigación de Tecnología de Illinois la realización del proyecto TRACES en el cual se analizaron cinco grandes innovaciones, dicho proyecto fue expandido al estudio de diez innovaciones (Battelle, 1973). En este caso, la comunidad científica anuncia como resultado del proyecto la importante contribución de la investigación básica en el desarrollo de una serie de innovaciones. De 533 eventos sólo 26% correspondieron a actividades de desarrollo, siendo la investigación fundamental responsable por el 74% de los eventos restantes. Sin lugar a dudas los métodos de medición, el prejuicio de los investigadores, la muestra escogida y la interpretación de los resultados, jugaron un papel importante en lo contrastante de los resultados de estos dos proyectos.
Podría decirse que aquí comienza el verdadero esfuerzo por descifrar las fuentes del proceso innovativo. A estos estudios sobre la relación entre ciencia y tecnología siguieron diversas líneas de investigación. Por ejemplo, aparecieron trabajos sobre los flujos de información, es decir, la fuente, naturaleza e impacto de la información en el proceso innovativo (Allen, 1977). Dentro de esta línea de investigación, Waldhart (1974) trató de medir las interacciones entre ciencia y tecnología a través de la frecuencia de citas de papeles científicos en papeles técnicos.
Una crítica general a estos estudios ha sido formulada por Stankiewcz (1986), Rosenberg (1982), Freeman (1974), Gibbonsy Johnston (1974) Layton (1977), entre otros, quienes tratando de arrojar luces sobre las fuentes del proceso innovativo, desde diversas perspectivas ofrecen pistas que ayudan a identificar los problemas que DEBERÍAN SER MEDIDOS si realmente se desea estudiar el impacto de la ciencia en las actividades de innovación.
Varios trabajos pioneros han sugerido que no fue sólo a través de la aplicación de proposiciones particulares resultantes de las actividades de investigación básica que las ciencias han contribuido a la innovación industrial (Price y Bass, 1969; Gibbons y Johnston, 1974; Allen, 1977).
El estudio que ha tenido mayor impacto ha sido el realizado en Manchester por Gibbons y Johnston en el año 1974, con el objetivo de descifrar los diferentes mecanismos a través de los cuales la investigación científica contribuía al proceso de innovación industrial. La importancia de la investigación básica comenzó a ser reconocida como un medio de identificar, integrar y transmitir información relevante; para que ello tuviera lugar era necesario el establecimiento de canales de información de comunicación entre las comunidades de ciencia y tecnología. Citando a estos autores (Gibbons y Johnston, 1974: 235):
EL PAPEL DE APOYO DE LOS CONTACTOS CON LOS CIENTÍFICOS EN LAS UNIVERSIDADES ES ILUSTRADO POR EL HECHO DE QUE LA INFORMACIÓN TRANSFERIDA NO FUE IMPORTANTE PARA PROVEER LAS IDEAS BÁSICAS PARA LA INNOVACIÓN; SINO QUE MÁS BIEN, LOS CIENTÍFICOS TUVIERON LA TENDENCIA A SUGERIR FORMAS ALTERNAS DE ATACAR EL PROBLEMA O, EN OTROS CASOS, A ACOTAR EL RANGO DE CONSIDERACIONES RELEVANTES... O A PROVEER EQUIPOS Y PROCEDIMIENTOS CON LOS CUALES PROBAR LA FACTIBILIDAD DE LA SOLUCIÓN GENERADA EN LA INDUSTRIA.
Entonces, en relación al tema que nos concierne, estos estudios sugieren que la contribución principal de la ciencia viene dada a través de la transferencia de conocimiento no codificado y de destrezas incorporadas en las capacidades de resolución de problemas y de las redes informales de contactos personales que se desarrollan en el transcurso de los trabajos.
En relación con la crítica hecha por Stankiewcz (1986) a los estudios basados en el modelo lineal, cabe mencionar los siguientes aspectos:
La crítica de Stankiewcz, basada en la interacción constate entre ciencia y tecnología es reforzada por el análisis histórico de Layton (1977), quien argumenta que la ciencia en el siglo XIX desarrolló un ideología que reflejó sus propios valores e intereses. Los científicos insistían que cualquier avance en tecnología dependía de avances en la investigación científica como una verdad incuestionable, siendo éste, si se quiere, un pilar de la legitimación social de la ciencia básica.
Desde esta perspectiva histórica es fácil ver que los tecnólogos absorbieron el método y las instituciones de la ciencia. La tecnología se convirtió en científica y en generadora de una conocimiento científico más asociado con aplicaciones, apareciendo diferentes tipos de disciplinas de ingeniería. De esta manera, como dice Freeman (1977), el laboratorio de investigación interdisciplinario ha sido la institución a través de la cual la ciencia ha influenciado a la tecnología dentro de la empresa, así como la fuente más importante de los desarrollos tecnológicos modernos, sin olvidar, por supuesto, el papel que todavía juegan las pequeñas empresas y los inventores privados en la actividad innovativa actual.
La complejidad de las interacciones entre la ciencia y la tecnología se ve reflejada a través de los diferentes, e incluso contrastantes, resultados encontrados por diversos estudiosos del tema. Por una Langrish et al (1972) (7) reportan la poca importancia que la investigación universitaria tiene para la industria. Por otra, Gibbons y Johnston (1974) enfatizan la importancia de los contactos tanto formales como informales entre tecnólogos y científicos universitarios o pertenecientes a centros de investigación estatales.
El estudio de casos concretos ayuda más a ilustrar la complejidad de las interrelaciones. Por ejemplo, el transistor involucró el uso de la ciencia de una manera crucial, pero su invención no puede explicarse como una aplicación de los conocimientos en ciencia básica (ver Layton, 1977). El trabajo fue hecho por un grupo interdisciplinario que incluía físicos e ingenieros; intentar dividir el crédito de la innovación entre dos compartimientos separados no es posible sin un conocimiento suficiente de las circunstancias reales. Como bien lo señala Rosenberg (1982), la física del estado sólido actualmente una de las subdisciplinas más importantes de la física- atrajo a muy pocos físicos antes de que apareciera el transistor. Esta situación cambió radicalmente con la invención del transistor en 1948. Entonces, como puede verse, la tecnología del transistor no fue el resultado de una política clara y vigorosa de apoyo a la investigación, sino que, por el contrario, fue le impacto inicial del transistor el que generó el subsecuente inmenso compromiso con la investigación básica.
Una de las razones fundamentales por las que los avances en el conocimiento científico ocurren comúnmente después de una mejora sustancial en tecnología tiene que ver con cambios en la estructura de los incentivos económicos. En este sentido según Rosenberg (1982)- una de las características centrales de la industria de alta tecnología es que el progreso técnico identifica las áreas de nueva investigación científica que ofrecen los más grandes beneficios. Las industrias de alta tecnología, por estar empujando los límites del desempeño técnico, están continuamente identificando nuevos problemas que pueden ser solucionados por la ciencia. Al mismo tiempo, las perspectivas de mejoras en el desempeño o en la reducción de costos ofrece grandes incentivos económicos. A través del análisis histórico de ciertas tecnologías, Rosenberg (1982: 159) concluye afirmando que existe una tendencia a una interacción cada vez más fuerte entre la ciencia y la tecnología:
LA SOCIEDAD INDUSTRIAL HA CREADO UN VASTO REINO TECNOLÓGICO EL CUAL ESTÁ MOLDEADO ESTRECHAMENTE POR NECESIDADES E INCENTIVOS ECONÓMICOS. ESTE REINO TECNOLÓGICO PORVEE, A SU VEZ, DIVERSAS MANERAS EN LAS CUALES LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DIARIA SE HA IDO LIGANDO ESTRECHAMENTE CON LA CIENCIA... EVIDENCIA DE ESTO ES LA CRECIENTE INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN EN LABORATORIOS PRIVADOS.
En ciertas áreas de la tecnología, como por ejemplo el diseño y manufactura de semiconductores, una buena porción del conocimiento descansa sobre ciencias fundamentales como la física y la química. Sin embargo, en casi todas las tecnologías, una parte importante del conocimiento genérico surge del conocimiento y comprensión de las operaciones y de la experiencia del diseño de productos, equipos y sus componentes, lo cual se basa sólo en forma limitada en cualquier ciencia fundamental (Nelson, 1990).
Aunque en ciertos campos, la investigación científica ha proporcionado importantes insumos de conocimiento a la tecnología, el impacto de la ciencia básica sobre la tecnología ocurre no sólo a través de esta transferencia directa de conocimientos, sino también a través del acceso a destrezas, métodos e instrumentos (Pavitt, 1987). Una función importante de la investigación académica ha sido la de proveer a la industria de personal entrenado en investigación; en este sentido, puede decirse que la principal contribución económica de la investigación básica ha sido el desarrollo de destrezas y métodos de investigación, así como los contactos profesionales, todo lo cual ayuda a los tecnólogos a resolver problemas complejos.
Otra influencia importante de la ciencia sobre la tecnología tiene lugar a través de aplicaciones no planificadas, en las que emerge un conocimiento útil a partir de investigaciones llevadas a cabo simplemente por curiosidad o por intereses personales, sin una misión estratégica o una clara expectativa de aplicación (Pavitt, 1991). Una implicación de estos hallazgos es que las actividades de I & D deberían ser programadas con una visión amplia, ya que se ha sugerido que, en el largo plazo, se produce un conocimiento más útil si se permite a los científicos trabajar con base en sus propios intereses, en lugar de fijar objetivos prácticos y concretos para su trabajo de investigación.