Espacios. Vol. 37 (Nº 36) Año 2016. Pág. 8
Vladimir BALZA-FRANCO 1; Diego A. CARDONA A. 2
Recibido: 20/06/16 • Aprobado: 02/08/2016
2. El “Efecto Cluster” y estrategias de competitividad regional
3. Clústers, competitividad y políticas públicas en países desarrollados
4. El desarrollo de clusters en América Latina
RESUMEN: En este artículo, se analiza el fenómeno de las economías de aglomeración empresarial y sus implicaciones para las políticas públicas de fomento a la competitividad regional y nacional. En la primera parte se hace una revisión de categorías conceptuales como clústeres industriales, distritos industriales y clústeres regionales. A continuación, se analiza las estrategias de desarrollo de clusters como política pública de competitividad en el contexto de países industrializados, matizando las diferencias entre los enfoques europeo y norteamericano. Por último, se analiza el caso del desarrollo de clústeres como estrategia de competitividad en el contexto latinoamericano. Finalmente, se plantean conclusiones y recomendaciones para futuras investigaciones. |
ABSTRACT: In this paper, a theoretical and conceptual literature review about agglomeration economies, industrial clusters, industrial districts and its implications in public policies to foster competitiveness is presented. In the first part, a review of the main agglomeration theories and the genesis of classical theory of industrial clusters is presented. Next, we analyze the effects of "clustering" in public policies in the European, North American and finally, Latin American context. Finally, conclusions and recommendations for future research are raised. |
El concepto “clúster” se asocia comúnmente con una serie de neologismos tales como “aglomeraciones geográficas”, “concentraciones espaciales”, “polos de crecimiento” y “distritos industriales” (Sengpiehl, 2010), entre otros, que tratan de explicar el hecho de que las industrias tienden a estar geográficamente “aglomeradas” (Sheffi, 2012). En general, estos conceptos se derivan de la denominada “economía de aglomeración”, término que agrupa diversas interpretaciones histórico-económicas de la dinámica y organización de las configuraciones productivas (Becerra & Naranjo, 2008). El desarrollo de las economías de aglomeración y de clusters ha marcado la diferencia en el desarrollo económico divergente entre los llamados “países industrializados” y el grupo de países denominado “en vías de desarrollo”. Este tema ha captado el interés tanto de gobiernos como de académicos de América latina –países cuyas economías en su mayoría se ubican en el segundo grupo- que buscan, mediante políticas públicas, apoyarse en el impulso al desarrollo de clústeres, como estrategia para mejorar la competitividad regional y nacional. Este documento se divide así: en la primera sección se hace un análisis de la teoría de economías de aglomeración y del concepto de cluster industrial. En la sección 2 se analiza el llamado “efecto cluster” y su impacto en la competitividad nacional. En la sección 3 se presenta un análisis de los enfoques norteamericano y europeo de políticas públicas de fomento a clusters. En la sección 4 se analiza el caso de clusters en América latina. Por último se presentan las conclusiones e implicaciones para futuras investigaciones.
El concepto “economía de aglomeración” se deriva de la teoría de la localización (Weber, 1929; Krugman, 1995; Borges, 1997; citados por (J. Vera & Ganga, 2007). Según la literatura, “...las economías de localización representan ventajas competitivas derivadas de la proximidad geográfica de empresas pertenecientes a una misma industria” (Esteban, Hernández, & Santolaria, 2001). La teoría de la localización industrial y la de geografía económica (Krugman, 1991; citado por Vera & Ganga, 2007) intentan explicar por qué las actividades industriales tienden a concentrarse en ciertas áreas y no se distribuyen aleatoriamente en un territorio, esgrimiendo argumentos como la movilidad laboral y la atracción que ejerce hacia una determinada región, el precio diferencial real de los salarios. También enfatizan en el costo de transporte como factor decisivo en el costo final de un producto. Estos factores explicarían por qué algunas actividades económicas –o “economías de aglomeración”- buscan ubicarse próximas a sus fuentes de recursos o a sus mercados, mientras que otras pueden establecerse en cualquier lugar, siempre que sea rentable. (J. Vera & Ganga, 2007).
Más recientemente, surgieron la escuela estratégica norteamericana del cluster industrial y la escuela neo-marshaliana del distrito industrial. Estos distintos enfoques tienen en común la existencia de un territorio geográfico específico y el aprovechamiento de las externalidades positivas que producen las economías de aglomeración (Porter, 1998; Shaver & Flyer, 2000), la concentración de empresas similares en torno a una actividad económica común (Sheffi, 2012), y el aprovechamiento de las externalidades a las empresas para lograr economías de escala y reducir los costos de transacción (Coase, 1996; Williamson, 1996). En resumen, las escuelas económicas más relevantes que han formulado teorías sobre las aglomeraciones empresariales o clusters son (de Langen, 2004): Diamond School, Porter (1990, 1998); New Economic Geography, Krugman (1991); Fujita, Venables y Rugman, (1995); Industrial District School: Becattini, (1990); Piore y Sabel (1984); Staber, (1998); Harrison, (1992) y Population Ecologic, Metcalfe (1998); Hannan y Freeman (1989). Sin pretensiones de exhaustividad, este amplio marco teórico permite clasificar las aglomeraciones empresariales en tres grandes grupos: clústeres industriales, clústeres regionales y distritos industriales. Estas categorías difieren tanto en sus enfoques teóricos como en la naturaleza de las empresas aglomeradas y las características de las relaciones entre las mismas.
1.1. Clusters industriales
La principales características de un cluster industrial o productivo son (i) la actividad económica común que caracteriza a las empresas aglomeradas (Sheffi, 2012) y (ii) el potencial de un cluster para aumentar la eficiencia colectiva de las transacciones mediante mecanismos de articulación empresarial (Altenburg, 2001). Vera & Ganga (2007) proponen que la mayoría de los estudios teóricos sobre aglomeraciones empresariales se han enfocado en la innovación, en un esfuerzo por identificar los factores que inciden en la generación de nuevas tecnologías, con el fin de impulsar el crecimiento económico.
El concepto de “cluster industrial” tuvo su génesis en DiamondSchool, la escuela de pensamiento económicoliderada por Michael Porter, quien a su vez, adoptó como marco de referencia la escuela norteamericana de la planeación estratégica. Para abordar el estudio de las aglomeraciones empresariales, Porter adoptó “un enfoque holístico del análisis económico de los sectores productivos para comprender la competitividad de las aglomeraciones de empresas en un país” (Sengpiehl, 2010). Para este fin, introdujo dos conceptos clave: “cluster” como unidad básica de análisis y la herramienta conocida como “Modelo de las 5 Fuerzas”. Esta herramienta analítica se utiliza comúnmente para identificar los factores que permiten a determinadas industrias obtener ventajas competitivas sustentables, determinar la incorporación de nuevas tecnologías a sus procesos y generar actividades de aglomeración geográfica (Porter, 1990).
Porter desarrolló la teoría del cluster industrial a partir de sus observaciones sobre las ventajas comparativas obtenidas por ciertos sectores manufactureros, derivadas de la concentración territorial de empresas —Silicón Valley en E.U y el distrito industrial Made in Italy”:
Porter, a partir de una amplia investigación sobre el comercio mundial, observa que –especialmente en Italia, pero también en otros sitios- existen concentraciones territoriales de pequeñas empresas que han adquirido una notable ventaja en [producción de] (...) textil, vestido, calzado, piel, muebles y cerámicas. Todo ello a pesar de la inicial superioridad tecnológica de las grandes empresas del sector y los bajos costos relativos de la mano de obra de otros competidores. (Becattini, 2002, pág. 22)
Por tanto, los sectores industriales tradicionales se constituyeron en el marco de referencia inicial para el análisis de los procesos de clusterización. En este contexto, se definió “cluster” como “concentraciones geográficas de empresas e instituciones interconectadas en un campo particular. Un cluster agrupa un rango de industrias vinculadas y otras entidades necesarias para la competencia.” (Porter, 1998 pág. 78). A pesar de la diversidad de definiciones existentes de cluster industrial, éstas convergen hacia considerarlo un recurso teórico útil para describir la complejidad de las actividades productivas y por comprender la relación entre éstas y el territorio.
En la literatura, el concepto “industria” también se ha extrapolado hacia grupos de empresas de producción intelectual que pueden operar en forma no aglomerada –industria de software, industria del entertainment-, mientras que el término “cluster” se reserva para referirse a grupos de empresas que prestan servicios similares –e. g. cluster turístico, cluster de servicios médicos- localizados puntualmente en forma aglomerada. Desde este punto de vista, un cluster puedeadoptar múltiples formas, que dependen de la profundidad de la integración de las empresas y de la sofisticación de la industria.
Un cluster usualmente aglomera compañías productivas o de servicios, proveedores de insumos, componentes, maquinaria y servicios especializados, instituciones financieras e industrias conexas. De igual forma, en un cluster es común encontrar empresas de la última fase de la cadena de suministro: operadores logísticos, minoristas, distribuidoras, incluso clientes; o proveedores laterales de la cadena: fabricantes de productos complementarios, proveedores de infraestructura especializada. (Porter, 1998)
En un cluster también pueden encontrarse instituciones –privadas, públicas y estatales- del sector del conocimiento tales como universidades, centros de investigación o politécnicos, que ofrecen servicios conexos a la ciencia y la tecnología, como investigación, consultoría, educación, capacitación, información, asistencia técnica y fomento, con mayor o menor frecuencia (Clarkson, Fink, & Kraus, 2007, pág. 347).
1.2. Clusters Regionales
De acuerdo con Isaksen (2001) un cluster regional puede definirse como una concentración de empresas interdependientes geográficamente confinadas en un territorio reducido. En contraste, según otros autores, el alcance geográfico de un cluster regional puede comprender desde una ciudad, una región, un estado, hasta agrupar varios países vecinos (Condo & Monge, 2002). Un cluster regional es una categoría conceptual que puede situarse a medio camino entre un cluster industrial y un distrito industrial. De este último rescata una gran atención e interés en las ventajas competitivas que se pueden obtener del territorio: “...el territorio no es solo un marco de la economía, sino un recurso económico” (Becattini, 1979). En este contexto, “la calidad del territorio es lo que permite a una tecnología cruzarse con una determinada cultura” y a las empresas de una región encontrar y adaptarse a su entorno específico (Larrea-Aranguren, 2003).
Los clusters regionales se diferencian de los industriales en que están conformados por aglomeraciones de empresas, no necesariamente iguales pero próximas entre sí, que obtienen ventajas competitivas aprovechando las externalidades, recursos y capacidades que les brinda un territorio en particular. El concepto de “cluster regional” es un poco más amplio que cualquiera de las otras categorías mencionadas: por ejemplo, todo distrito industrial es una forma de cluster regional, pero no necesariamente un cluster regional se constituye es un distrito industrial, pero en ambos casos se generan externalidades (Isaksen, 2001). El concepto de cluster regional se debe diferenciar de otros conceptos relacionados tales como redes regionales de innovación, sistemas regionales de innovación y regiones de aprendizaje; todos estos están relacionados con mecanismos formales e informales de cooperación inter-empresarial, con un fuerte respaldo institucional.
Un caso paradigmático de un cluster regional que aprovecha las ventajas únicas del territorio es el cluster de cultivo de salmón en el sur de Chile, el cual genera más de 40000 empleos directos e indirectos (Campos, 2006). Los clusters regionales también pueden aprovechar las ventajas que ofrece la “infraestructura dura” presente en un territorio –compuesta por puertos, aeropuertos, carreteras, etc.- (Becerra & Naranjo, 2008). Un ejemplo de este tipo de cluster es el parque logístico de Zaragoza (España) PLAZA, el cual aprovecha la ubicación estratégica de la ciudad para ofrecer servicios de transporte intermodal y almacenamiento (Sheffi, 2012). Entre las ventajas que ofrece un cluster regional están: regionalizar la política industrial y tecnológica en función del potencial de las regiones; fortalecer la plataforma competitiva en términos de infraestructura productiva y logística y crear mercados más eficientes con menores costos de transacción. (Becerra & Naranjo, 2008).
El concepto de “distrito industrial” tiene su origen en el trabajo de Alfred Marshall, Principles of Economy (1890). Su análisis de la organización industrial de Inglaterra a finales del siglo XIX fue divergente de la teoría económica clásica –A. Smith, Malthus, D. Ricardo- que dominaba en Europa. En particular, Marshall no compartía la idea de que mantener todas las operaciones productivas en un mismo sitio, con alto grado de integración vertical, era un método de producción superior a cualquier otro sistema con mayor dispersión territorial y menor integración (Becattini, 2002 pág. 10). Marshall señaló que las primeras aglomeraciones fabriles se dieron durante la revolución industrial en Europa: inicialmente, las comunidades se desarrollaron en torno los recursos disponibles. “Por ejemplo, la industria textil se desarrolló originalmente en áreas cercanas a la materia prima de la lana, o cerca de un puerto marítimo en el caso de las importaciones de algodón”(Clarkson et al., 2007). Marshall (1920, citado por Clarckson, 2007) señaló que, en forma similar, las fábricas se situaron cerca de fuentes de agua, como parte del proceso productivo o como fuente de energía –e. g. molinería de trigo-. Sin perjuicio de razones triviales para las primeras aglomeraciones, la interacción entre las fábricas de lana les permitió compartir tecnología, investigación e información comercial; además que la simple presencia de estas aglomeraciones atrajo mano de obra calificada hacia la zona.
Los distritos industriales se caracterizan por ser aglomeraciones de tipo regional, orientadas hacia una industria tradicional de una región en particular. La escuela del Distrito Industrial se enfoca en el análisis de los sistemas de producción locales.
La literatura sobre los distritos industriales italianos enfatiza en la dimensión social de estas aglomeraciones (Piore & Sabel, 1984; Cusmano, Morrison, & Pandolfo, 2014). En los sistemas territoriales específicos, como el distrito industrial de La Toscana, “La proximidad cultural y social, la cual se desarrolla mediante una trayectoria industrial enraizada en tradiciones locales, reduce los costos de transacción y favorece el intercambio de conocimiento, facilitando a su vez, el surgimiento de un modelo de especialización flexible” (Cusmano et al., 2014, pág. 5). La dinámica emprendedora es rasgo distintivo de un distrito industrial, impulsada por prácticas de subcontratación entre las empresas, lo que determina una clara división y especialización del trabajo a través de la cadena de suministro. Las SME locales, altamente especializadas en eslabones específicos de la cadena de suministro, conforman un “tejido empresarial” (Maillat, 1995; Cusmano et al., 2014).
Existen claras coincidencias entre la teoría de los distritos industriales y los clusters industriales. Becattini (2002, pág. 23) señala que el concepto de cluster de empresas de Porter se acercó al concepto de distrito industrial marshaliano, recuperando “una idea ‘metodológicamente hostil’ a la economía estándar, de distrito industrial”
Aunque los conceptos de clúster industrial y de distrito industrial suelen ser asumidos como equivalentes, existen marcadas diferencias entre ambos conceptos que radican en tres aspectos básicos: (i) la vocación y tradición regional de la industria, (ii) el tamaño de las empresas aglomeradas y (iii) los mecanismos de gobernanza entre las empresas aglomeradas.
Tradición y tamaño de las empresas aglomeradas: un cluster industrial puede generarse por relocalización de grandes empresas nacionales o extranjeras en otros países o regiones, siguiendo estrategias de outsourcing, offshoring o backshoring (Holl, Pardo, & Rama, 2012), lo cual puede implicar ciclos de inversión/desinversión extranjera directa –FDI- (Holl & Rama, 2014) y cuantiosas inversiones en activos y bienes de capital en un entorno y cultura desconocidos. Por su parte, la mayoría de los distritos industriales están conformados por pequeñas empresas locales de larga tradición y arraigo en la región, con una connotación social e institucional de la cual carece el cluster industrial (de Langen, 2004). El arraigo –embededness- es inherente al distrito industrial; la evidencia empírica ha demostrado que éste es una variable clave del desempeño organizacional de las empresas que lo conforman: en los distritos industriales españoles, se encontró que a mayor arraigo de una empresa en un distrito industrial, mayor es el efecto de sus competencias distintivas sobre el desempeño organizacional (Camisón, 2004).
Gobernanza al interior del cluster industrial: existen 2 factores que determinan la “calidad” de la gobernanza (de Langen, 2004, pág. 56): (i) el nivel de los costos de transacción. (ii) el alcance de la coordinación “más allá del precio”. Los costos “de operar en el mercado” (Coase, 1996) incluyen: costos de asociación, negociación y acuerdos; costos de elaboración, seguimiento y verificación de contratos específicos; costos de monitoreo y medición del desempeño y la calidad (Williamson, 1996). Mientras que en un cluster industrial los costos de transacción son más altos –debido a que las relaciones de integración vertical, derivada de la especificidad de los activos, obliga aelaborar y monitorear contratos más detallados- (Williamson, 1996), en los distritos industriales los costos de transacción bajan –debido a que la gobernanza está regulada por amplias redes de subcontratación, división y especialización de la cadena de suministro y de esquemas de cooperación interempresarial más que de intensa competencia- (Cusmano et al., 2014). En contraste, la intensidad de la competencia intra-empresas es característica inherente al cluster industrial (Porter, 1998).
Tabla 1. Comparación entre clústers, distritos industriales y clústeres regionales
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Clúster industrial |
Distrito industrial |
Cluster Regional |
Tipo de empresas aglomeradas |
Similares entre sí |
Afines a una actividad económica tradicional |
Próximas entre sí, pueden ser disímiles |
Tamaño de las empresas |
Tiende a estar conformados por grandes empresas |
Tienden a estar conformados por redes de SMEs |
De diversos tamaños, agrupadas en un territorio |
Tradición |
Baja, puede generarse por outsourcing o relocalización, |
Alta, está ligado al arraigo de la industria local |
Alta, está ligado al arraigo a las ventajas comparativas de la región |
Costos de transacción |
Altos |
Bajos |
Bajos |
Gobernanza |
Regulada por contratos |
Regulada por redes de empresas |
Regulada por redes de empresas |
Obtención de la ventaja competitiva |
Por competencia entre las empresas aglomeradas |
Por cooperación entre las empresas aglomeradas |
Por la ventaja que brinda el territorio |
Fuente: elaboración propia
Una diferencia clave entre estos conceptos es el papel de las instituciones. Harrison (1994, citado por de Langen, 2004) critica el marco teórico de Porter por no incluir el término “instituciones”, ni referenciar en éste a la teoría económica institucional. A pesar de discutir temas institucionales como el sistema educativo o las normas sociales, Porter no consideró la influencia de las instituciones en la competitividad, mientras que en la escuela de los distritos industriales, el tema institucional juega un rol protagónico.
El vínculo entre aglomeración de empresas y obtención de ventajas competitivas es reconocido como una idea originalmente planteada por Marshall: “Marshall (1890) notó que el conocimiento y el saber-hacer se acumulan en las regiones y llegan a ser localmente socializados en una ‘atmósfera de industria local’ que a su vez fomenta la creación innovadora de nuevas ideas.”(Clarkson et al., 2007, pág. 347). A su vez, Porter retoma la idea de la innovación como razón fundamental del logro de ventajas competitivas: “Las empresas obtienen ventaja competitiva mediante actos de innovación. Abordan la innovación en su sentido más amplio, incluyendo tanto nuevas tecnologías como nuevas maneras de hacer las cosas.”(Porter, 1990, pág. 6). La evidencia empírica de los trabajos de Porter y otros investigadores reivindican los postulados de Marshall en el sentido de que la formación de clusters genera sinergias entre los participantes de la industria; que la principal de estas sinergias es el aumento de la innovación y que esto a su vez es la causa de la generación de ventajas competitivas del grupo de empresas aglomeradas en una región.
En este orden de ideas, una apuesta regional por impulsar un determinado cluster –por ejemplo, logístico- en un determinado sitio, aprovechando ventajas comparativas territoriales, se constituye en una estrategia para mejorar la competitividad de toda la región. Porter señala que el concepto de cluster encierra una paradoja: “las ventajas competitivas sostenibles en una economía global descansan incrementalmente en aspectos locales –conocimiento, relaciones, motivación- que los distantes rivales no pueden equipar” (Porter, 1998). Esta frase de Porter ha llevado a acuñar el término “glocal” en el contexto de la competitividad empresarial.
Las tesis sobre el “efecto cluster” han sido probadas empíricamente en varios países. En España, la literatura señala que: “La evidencia empírica ha encontrado diferencias positivas o un ‘efecto cluster’ en la productividad, tasas de innovación y carácter emprendedor de empresas industriales pertenecientes a un mismo sector entre las localizadas en esas aglomeraciones frente a aquellas que estaban aisladas” (Puig, González-Loureiro, & Marques, 2014). Desde la perspectiva estratégica, algunos trabajos empíricos apoyan el efecto cluster y postulan que tales externalidades se presentan debido a los tipos de ventaja que ofrece la participación en un cluster: ventajas compartidas, ventajas competitivas y ventajas comparativas (Camisón, 2004).
En Europa oriental se ha planteado que la formación de clusters tiene un efecto catalítico sobre la propensión de las empresas a la innovación, entre otras ventajas. Clarkson et al. (2007) condujeron una investigación empírica con SME’s de la antigua Alemania Oriental y Polonia que evidencia que la interrelación entre el diseño de políticas económicas y las empresas es fundamental para impulsar el establecimiento de clusters industriales y de servicios como motor del desarrollo regional sostenible. Esto sugiere que el llamado “efecto cluster” podría ser aprovechado estratégicamente mediante generación de políticas públicas para fomentar el incremento de la competitividad regional.
Los casos de estudio de políticas públicas de fomento, promoción y apoyo a la formación de clusters en países industrializados ofrecen múltiples enseñanzas y experiencias, factibles de capitalizar en el diseño de políticas de competitividad en países y regiones en vías de desarrollo (Cortrigth, 2006). En Estados Unidos, los clusters son “la unidad organizacional clave para comprender y mejorar el desempeño de las economías regionales. La base de una economía regional son un grupo de clústeres, no una colección de empresas desconectadas.” (Cortrigth, 2006, pág. 4). Las empresas “clusterizadas” se benefician al ubicarse próximas a otras similares dado que tienen fortalezas y necesidades competitivas comunes.
La “mentalidad-clúster” permite orientar colectivamente y no de forma individual las políticas de desarrollo económico-empresarial. Para Cortrigth, es más fructífero trabajar en problemas comunes con grupos de empresas que hacerlo aisladamente. Desde la perspectiva norteamericana, un enfoque cluster hace a las regiones menos dependientes de subsidios económicos estatales y de esfuerzos individuales de fomento empresarial. La mentalidad norteamericana de cluster ofrece importantes lecciones para las políticas y prácticas de desarrollo económico.
Sin embargo, la visión anglosajona del rol intervencionista del Estado en la economía mediante políticas públicas difiere en varios aspectos de la de Europa continental. En España, la literatura evidencia que la especialización de ciertas áreas geográficas en actividades en las que tienen “ventajas naturales” respecto a otras zonas, atrae cada vez mayor número de empresas y más recursos especializados en una especie de “espiral virtuosa”. “En ocasiones, las políticas industriales favorecen una forma deliberada de desarrollo de la actividad, dando lugar a «iniciativas cluster»” (Puig et al., 2014).
En contraste con la posición de Puig et al (2014), Gonzalez-Loureiro y Figueroa (2011), Clarckson et al (2007) y otros autores europeos, para Cortrigth “...es difícil para las políticas públicas crear nuevos clusters deliberadamente”. En su lugar, “políticos y empresarios deben promover y fomentar las condiciones económicas que permitan la emergencia de nuevos clusters”(2006). Este entorno empresarial estimularía la generación de conocimiento, el emprendimiento y la disponibilidad de capital.
Tabla 2. Diferencias de las posiciones americana y europea frente al desarrollo de clusters
Aspecto |
Enfoque norteamericano |
Enfoque europeo |
Intervención estatal |
Los clusters nacen espontáneamente, sin intervención del Estado. |
El papel del Estado es fundamental en el impulso a la creación de clusters |
Inversión estatal |
El enfoque cluster corta con la dependencia de los estímulos estatales. Cero intervención del Estado en asuntos del mercado. |
La inversión estatal es crucial para estimular el desarrollo de los clusters. Las políticas públicas impulsan el desarrollo de clusters. |
Políticas públicas |
Políticas públicas diferenciadas para diferentes tipos de cluster. Las políticas públicas no crean clusters deliberadamente. |
La política pública escoge un sector de la economía y le apuesta. Las políticas públicas so decisivas en el desarrollo de nuevos clusters. |
Direccionamiento de nuevos clusters |
Construir sobre las fortalezas de la región, no emular otras regiones. Fomentar un entorno que ayude a surgir nuevos clusters en lugar de crear un grupo específico a partir de cero. |
Aprovechar las ventajas geográficas comparativas. Aprovechar el arraigo y tradición de la industria local |
Fuente: elaboración propia
El desarrollo de los conceptos de distrito industrial y cluster industrial a partir de la tradición marshalliana y posteriormente porteriana se fundamentó en estudios económicos sobre las condiciones de competitividad de empresas exitosas presentes en países industrializados, especialmente el Reino Unido y los Estados Unidos. En consecuencia, el estudio de la competitividad en la tradición anglosajona desarrolló un concepto de cluster restringido a las industrias más competitivas de esos países, excluyendo las menos competitivas. Es decir, se presume una asociación entre la pertenencia a un cluster y la alta competitividad de las industrias que lo conforman, medida por el éxito financiero y poder económico. Sin embargo, existe una marcada diferencia entre un cluster industrial formado por grandes empresas de alto nivel tecnológico y poder económico y el distrito industrial a la italiana, conformado básicamente por SME –pymes-.
El modelo clúster ha sido aplicado frecuentemente en estudio de competitividad en industrias que no constituyen un clusterplenamente desarrollado, pero que muestran cierto potencial. Una definición ampliada de clusterno se limita a grupos de empresas de alta tecnología, típicos de países industrializados, donde el entorno institucional y el clima de negocios es propicio para generar niveles avanzados de competitividad (Condo & Monge, 2002). Según este enfoque alternativo, se puede considerar objeto de análisis cualquier grupo de empresas geográficamente concentrado, presumiendo un efecto sinérgico del ambiente competitivo de un cluster: el entorno competitivo común favorece más la competitividad de una empresa intra-cluster que la potencial competitividad generada en forma aislada (Puig et al., 2014). Sin embargo, sería sensato que esta propiedad sinérgica atribuida al “efecto cluster” fuera matizada y diferenciada, según el tipo de empresas aglomeradas y el tipo de país estudiado. Este factor es crítico, especialmente para el caso de las SME, en contraste con las grandes industrias y para los países sub-desarrollados en contraste con los países industrializados.
Aunque existen algunos ejemplos fallidos de “políticas-cluster”, en general hay fuerte evidencia de que unir fuerzas en un cluster conlleva beneficios adicionales para las SME que toman esta decisión (Karaev, Koh, & Szamosi, 2007). La literatura da cuenta de resultados positivos de políticas de clusterización en países industrializados y economías desarrolladas. Sin embargo, en países “en vías de desarrollo”, no hay evidencia de que una política-cluster genere efectos positivos adicionales a los ya generados por las políticas de fomento empresarial existentes.
Sin embargo, a pesar que no existe evidencia sólida que apoye que las ventajas de la clusterización aplican para las economías no industrializadas y para todos los contextos sociales y culturales, en Latinoamérica se defiende entusiastamente el modelo del “diamante estratégico” como herramienta de análisis en estudios de competitividad.
...el valor explicativo de la teoría de Porter tiene un ámbito de aplicación más amplio que el del selecto conjunto de clusters altamente competitivos de los países industrializados, pues (...) puede ser aplicada a grupos de empresas espacialmente concentradas que corresponden a una amplia gama de grados de desarrollo competitivo. (Condo & Monge, 2002, pág. 6)
En consecuencia, la fortaleza empírica de la aplicabilidad de la teoría porteriana radicaría en que las fuerzas que determinan la competitividad empresarial no son exclusivas de clustersde talla mundial, sino que se manifiestan también –con menos intensidad- en sectores primarios de la economía –como la industria agrícola o la extractiva-, o en sectores secundarios poco competitivos –como la maquila textil de Centroamérica- apalancados en ventajas comparativas como el bajo costo de la mano de obra.
La evidencia de estudios latinoamericanos de competitividad sugiere la aplicabilidad e idoneidad del marco conceptual porteriano, del modelo de análisis de cluster y de la herramienta del “diamante estratégico” en el entorno empresarial y regional en países en desarrollo, y en especial en países latinoamericanos y del Caribe. Aunque la literatura no evidencia la aplicabilidad universal de la teoría de clusters, cabe resaltar la importancia de estos estudios aplicados para la comparación y contrastación con el caso del Caribe colombiano. Los países analizados en el informe CLACDS [3] –Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá- (Condo & Monge, 2002) guardan fuerte afinidad geográfica y cultural con la región caribe colombiana, de donde se puede presumir que existen similitudes en cuanto a los obstáculos y amenazas del entorno que enfrentan las empresas de estos países para aumentar su competitividad.
En el contexto latinoamericano, la gran apuesta en estrategia nacional de competitividad es el proceso de desarrollo de “clusters logísticos” en ambos extremos del canal de Panamá; el gobierno panameño busca posicionar ese país como el centro del comercio y la logística de las Américas (Rivera, Sheffi, & Welsch, 2014). El caso de Panamá, un país cercano geográfica e históricamente al caribe colombiano, y su estrategia de competitividad nacional, son de gran interés como referente para estudios similares en la región. Una de las estrategias de competitividad adoptadas por Panamá es la creación de “Special Economic Zones” –SEZ-. La razón de ser de estas zonas es la atracción de inversión extranjera directa, mediante incentivos económicos a países, que de otra forma no se interesarían en desarrollar las industrias locales (Sigler, 2014). Sin descuidar que dichas inversiones extranjeras se realicen en el marco de unas adecuadas condiciones laborales que logren cualificar la mano de obra y sirva a reducir los índices de pobreza (Balza-Franco V, Cardona, D. 2015).
La interrelación entre estos “polos de atracción”, la estrategia de clusterización como estímulo a la competitividad regional y el desarrollo de “clusters logísticos” en el contexto del Caribe es un tema de gran relevancia y de futura investigación.
Un cluster industrial se caracteriza por la actividad económica común de las empresas aglomeradas y por el potencial del cluster para aumentar la eficiencia colectiva de las transacciones mediante mecanismos de articulación empresarial. Un concepto genérico de cluster se derivó del concepto original de cluster industrial, evolucionando hacia aglomeraciones empresariales que incluyen al sector servicios.
Los clúster regionales, a medio camino entre los clusters y los distritos industriales, se conforman por aglomeraciones de empresas, no necesariamente similares, pero que logran ventajas competitivas aprovechando las externalidades, recursos y capacidades que les brinda el territorio. Las diferencias entre clusters y distritos industriales radican en tres aspectos básicos: (i) la vocación y tradición regional de la industria, (ii) el tamaño de las empresas aglomeradas y (iii) los mecanismos de gobernanza entre las empresas aglomeradas.
Un cluster industrial puede generarse por iniciativas público-privadas impulsadas por políticas públicas de competitividad; por relocalización de grandes empresas nacionales o extranjeras, que siguen estrategias de outsourcing u offshoring; o por simple aglomeración geográfica, aprovechando ventajas comparativas del territorio. En contraste, los distritos industriales se conforman por pequeñas y medianas empresas locales de rancia tradición y fuerte arraigo regional, con connotaciones sociales e institucionales, ausentes en el cluster industrial. El arraigo es inherente al distrito industrial; éste es una variable clave del desempeño organizacional de las empresas que lo conforman. A mayor arraigo de una empresa en un distrito industrial, más pesan sus competencias distintivas en el desempeño organizacional
Una diferencia clave entre ambos conceptos es el papel de las instituciones. El marco teórico de Porter no incluye el término “instituciones” ni referencia la teoría económica institucional. A pesar de tratar temas institucionales, Porter no consideró la influencia de las instituciones en la competitividad, mientras que para la escuela del distrito industrial, el tema institucional es fundamental.
La evidencia empírica reivindica a Marshall en el sentido de que la “clusterización” genera sinergias entre los participantes de la industria; que la principal de estas sinergias es el aumento de la innovación y que esto a su vez genera ventajas competitivas en el grupo de empresas aglomeradas. En este orden de ideas, las políticas públicas para impulsar un determinado cluster en un determinado sitio, aprovechando ventajas comparativas territoriales y el llamado “efecto cluster”, se constituyen en una estrategia para incrementar la competitividad de toda la región.
A pesar de algunos casos fallidos de “políticas-cluster”, en general hay fuerte evidencia de los beneficios adicionales que representa para las pymes unirse en un cluster. La literatura da cuenta de resultados positivos de políticas de clusterización en países industrializados y economías desarrolladas; sin embargo, en países “en vías de desarrollo”, no hay evidencia de que una política-cluster genere efectos positivos adicionales a los generados por las políticas de fomento empresarial ya existentes. Sin embargo, no existe evidencia sólida que apoye que las ventajas de la clusterización aplican para las economías no industrializadas y para todos los contextos sociales y culturales.
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1. Ingeniero Industrial, Universidad del Norte (Colombia), Especialista en Finanzas (Universidad del Norte), Magíster en Administración (Universidad del Norte). Candidato a PhD en Administración, Universidad del Norte. Docente-investigador asociado, Facultad de Ingeniería, Universidad del Magdalena (Colombia). Becario Programa de Formación Avanzada (2013-2016), Universidad del Magdalena. Pasante de investigación doctoral (2015), Universidad Politécnica de Madrid (España). Email: vbalza@unimagdalena.edu.co
2. Diego Cardona Arbeláez. Administrador de Empresas, Universidad de Cartagena (Colombia), Especialista en Gerencia de Mercadeo, (Universidad Jorge Tadeo Lozano), Magister en Desarrollo Empresarial, (Universidad de Magdalena). Candidato a PhD en Administración y Becario Apoyo Financiero Universidad del Norte. Pasante de Investigación Doctoral (2016) Universidad de Valencia (España). Docente Investigador Universidad Libre (Colombia). Email: dcardonaa@uninorte.edu.co
3. Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible. Programa “Agenda Centroamericana para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible” (ACCDS, 1996-1999)